martes, 6 de marzo de 2012

La Máscara

Estacionó la camioneta casi a ras de la verja de entrada al antiguo cementerio, sus negros barrotes arañaban el cielo y se erguían estáticos hacia la noche profunda como largos dedos. Revisó el bulto en su mano izquierda, cuerdas, una pala, linternas, pilas grandes, un paño humedo, una antigua biblia enfundada en un suave estuche de cuero negro y  las "otras" cosas que iban en su mochila.
De pronto escuchó (otra vez) esa vocecilla clamando "Déjame salir, Quiero ver!!"...aquel sonsonete ridículo e infantil le estremeció, siempre urgente, dictatorial, no pedía nada, siempre lo ordenaba...y esta vez sus ordenes lo habían llevado muy lejos, al cementerio de Esperanza, un destino atroz y lleno de recuerdos y tormentos más aquella terrible "finalidad".
Abrió la mochila y dentro de una bolsa verde olivo la vió, ella, con sus ojos negros carentes de expresión y su piel plástica brillante, era su máscara, su otro "yo", mientras la contemplaba absorto la vocecita volvió a hablar:
-"Imbécil!, querías asfixiarme?? No creas que lograrás eliminarme tan fácilmente..."
La máscara seguía mirandolo a través de sus orbitas de cristal acrílico ahumado y la sonrisa congelada de sus filtros para químicos, la misma expresión que muchas noches no lo dejaba dormir. Casi no recordaba cuantas veces había tratado de deshacerse de ella, la última fue demasiado, apenas tomó el hacha para romperla, su propia mano obedeciendo las ordenes de aquella abominación le cortaba el brazo casi cercenando los tendones. Debió aceptar que algo dentro de el mismo ya no le pertenecía, que era parte de esa maldita máscara y que a la vez la máscara era el mismo, como una extensión de su insana realidad. Una extensión que era capaz de todo, incluso de eliminar de una vez por todas a su alcohólica madre, esa noche de verdad que quiso evitarlo pero mientras la máscara luchaba por salir de su diario encierro, el, húmedo y desnudo salía de la ducha con los sentidos embotados casi no se percato que en su cara tenía firmemente apretada la máscara de plástico y los broches de la misma enterrados en la piel de la nuca, solo notaba que le era dificil respirar pero se acostumbraría a ese aire enrarecido que pasaba a sus fosas nasales atraves de los filtros, la visión nublada por la humedad atrapada en el interior le daba un toque surrealista al entorno, visión que tampoco era la suya, era la de la máscara...
Entre el vaho y su respiración pudo ver la cara aterrada de su madre, le miró inciertamente a los ojos, la mujer sentía pánico y la máscara gozaba con ello, se deleitaba, reía con su voz de niño, taladraba sus oídos, se carcajeaba hasta que el cuchillo se hundió brillante en el pecho de su progenitora, en busca de aquel viejo y palpitante corazón, luego silencio y la vocecilla de tonos agudos le felicitaba, como lo había felicitado mil veces después de aquella noche con otras madres, hijas, hermanos, padres, otro gritos y otros cuchillos...imágenes provenientes de los recuerdos de su "otro yo" y de los ecos de esa risita burlona.
(Continuará...)

domingo, 29 de enero de 2012

Cara a Cara

Mientras suenan los últimos acordes de una curiosa versión instrumental de “Super Freak” de Rick James como música de la mascarada, el millonario Bruce Wayne baja las escaleras enfundado en un traje armani de color negro azabache, va pasando entre los invitados y nadie nota que camina con la cara limpia sin ocultarse, desapercibido entre la multitud de plumas y lentejuelas transita como una sombra hasta el centro del ciclópeo salón.
Siouxsie empieza a cantar "Face to Face" con una voz exquisitamente aguardentosa mientras el Señor Shreck ataviado con un vistoso turbante violeta se le acerca, intercambian un par de palabras y el cincuentón se retira rumbo al segundo piso mientras la exótica percusión y los sensuales violines siguen sonando en la fría noche de Diciembre.
Tras el canoso hombre de turbante y antifaz de plumas que sube las marmóreas escalas y casi sin notarlo, aparece Selina Kyle (sin antifaz), de cabello dorado e impecablemente vestida con un traje ajustado y negro como la pez.
Al momento sus miradas se encontraron haciendo brillar sus ojos, ella dio unos pasos felinos hacia el y se abrazaron en medio de la pista danzando levemente erotizados por las vibraciones sonoras de la música de la insigne cantante británica.

Entre todas esas máscaras y bailarines anónimos, son los únicos que no van ataviados a la usanza, por que entienden que las identidades de Bruce Wayne y Selina Kyle son sus disfraces.
Selina lo besa apasionadamente, el devora sus labios, la mujer mueve su cuello mientras Bruce le besa, recorre con sus ojos las paredes del salón subiendo la mirada en ángulo hasta quedar observando el amplio techo y le dice:
-“Me cansan los disfraces, Bruce” y queda fija en un punto al centro del arco principal del cielo, apenas ve la rama de muérdago colgante le dice al hombre al oído:

-"Mmmm, el beso bajo el muérdago, el muérdago puede ser mortal si lo comes"

-"Un beso también puede serlo Selina" replicó Bruce...

Se hizo un pesado silencio entre los jóvenes mientras caían en cuenta que en realidad sus verdaderas identidades eran las de dos mortales enemigos, mirando a Bruce con una lágrima rodando por su mejilla y algo sorprendida le dice:

-Significa esto que debemos matarnos?

Bruce replica:
-"No, solo significa que tenemos que salir de aquí, ahora"...

miércoles, 25 de enero de 2012

Cuando llegue el ocaso (II parte)

15 de diciembre de 1899
Algún lugar del Oceano Atlántico
13:46 PM

El barco se mecía como una cuna mientras el agua salada regalaba una fresca brisa a esas horas del día, Ferdinand había decidido viajar a casa de sus primos en Sudamérica, más específicamente a Chile, un pequeño país muy próspero según sus familiares quienes le contaban las maravillas de sus avances y lo bello del lugar. Su querido primo Jean Silver le había obsequiado una casona en el Barrio de La Recoleta, en el norte de Santiago, un lugar apacible con una hermosa estación de trenes muy cerca de allí y lejos del centro para gozar del silencio que ahora requería.

Al frente del caserón existía un hermoso cementerio inaugurado en 1821, cuya fachada estaba siendo terminada de decorar y que supuestamente sería inaugurada para principios de 1900, la ciudad era bullente y se notaba que la prosperidad estaba en camino.

Este viaje iba a ser muy largo, 27 días de viaje para tocar tierra en el puerto de Buenos Aires primero, solo esperaba no sucumbir a la tristeza de la perdida en medio del mar silencioso.

La noche anterior Ferdinand había utilizado dos coches para el traslado de su equipaje a bordo del “Terranova”, el joven médico desembolsó altas sumas de dinero para poder llevar su cargamento a una pequeña bodega privada en el interior de la nave, sus muebles, las pinturas de su amada y el innumerable material médico le hizo imposible el ocupar solo un coche, además utilizó varios gitanos y negros que descargaban presurosos los bultos a plena medianoche.

La redonda luna gibosa les caía con luz enferma y amarillenta en las espaldas, uno a uno los paquetes y bultos fueron movidos a la oculta bodeguilla en el vientre del barco.
Con los dos coches cási vacíos la tarea estaba por ser completada, solo quedaba en el último vehículo una gran caja de madera y metal, que tenía un rótulo de “Frágil” en un costado que aparentaba estar muy bien sellada y que medía aproximadamente unos dos metros de largo por uno de ancho.

Un fuerte olor químico manaba desde la gran caja, al parecer la formalina o algún derivado de la misma pudo accidentalmente haberse derramado sobre ella inundando el ambiente de un hedor narcotizante. Cinco estibadores se colocaron a los lados del aparatoso bulto para levantarlo, mas, al momento de poner sus cansadas manos sobre la madera sintieron su contenido gélido, pesado y mirándose de soslayo murmuraron nerviosos y se persignaron temblando en la fría noche.

Por un momento aquel grupo hizo el ademán de rechazar esta extraña y fría carga pero a un grito de Pierre, su capataz y encargado de la estibación, se pusieron en fila y bajaron hasta la muda bodega encorvados bajo el peso del largo cajón con una extraña mueca de palido terror en sus rostros. (Continuará)

martes, 24 de enero de 2012

Cuando llegue el ocaso (I Parte)

Paris, Francia
12 de diciembre de 1899
06:06 AM

- “Anemia perniciosa…”
Esgrimió el doctor Blanchard, mientras Ferdinand Silver miraba con dolor el cuerpo de su amada Drusille De Sang yaciendo sin vida sobre la cama de blancas sabanas a la rosada luz del amanecer, el joven hombre se dio media vuelta y miró por la ventana las brumosas calles de su querida ciudad luz, hacía demasiado frío y el sol ya empezaba a asomar tímido entre las escasas nubes en el horizonte, sin que él percibiera ninguna nota de calor en aquellos rayos invernales que tocaban su rostro.

- “Ordenaré inmediatamente la autopsia, Monsieur Silver” dijo el galeno con un acento urgente.
- “No!”, dijo firmemente Ferdinand apretando el marco de la ventana, “Quiero que el cuerpo de mi mujer quede intacto cuando llegue a su descanso eterno Guillaume”
- “Colega, usted sabe que este trámite es de rigor, por el tema de las pestes y esas…”
Fue interrumpido por un gesto brusco de la mano de Ferdinand.
- “Nadie tocará el cuerpo de mi esposa Guillaume, ni siquiera usted!!!. Mi mujer será enterrada en la cripta familiar y punto!”
- “Pero no puedo permitir eso Ferdinand, es ilegal, cuando las autoridades se enteren…”.
- “Me importan un carajo sus autoridades!, Guillaume, al igual que usted soy médico y puedo firmar la autorización necesaria, usted lo sabe!, ahora por favor retírese y déjeme despedirme de mi esposa”
-“Esta bien, pero lo denunciaré a la colegiatura médica Ferdinand” replicó el anciano médico familiar retirándose de aquel cuarto.

Ahí en ese instante Ferdinand, en una fría y casi absoluta soledad, sintió como aquel dolor sordo surgía desde el fondo de su pecho, la mujer que había amado por seis años de su vida no le acompañaría más, se arrodilló al lado del lecho y tomó la fría mano de Drusille y la besó, la besó muchas veces mientras sendas lágrimas le corrían por las mejillas, se quedó así mucho tiempo y habría seguido aferrando su mano eternamente, mas aquella mano suave y ahora fría como el hielo ya no respondería a su toque tierno, tomando valor se levantó lentamente del lado de la cama, Ferdinand suspiró y una vez más la miró con el pecho ardiendo con las llamas de la pena haciendo hervir sus ojos, inexorablemente ese bello cuerpo que había sido suyo sería puesto bajo tierra para ser ofrendado a la eternidad, negándole sus favores y su amor para siempre.

La expresión calma y cási feliz en el rostro de la joven mujer le daba a sus bellas facciones la impresión de haber caído en un sueño plácido, Ferdinand se inquietó al mirar sus labios de un rojo cereza intenso, no era el talante de alguien que acaba de morir, mas pensó, es mejor que se haya ido en paz y sin angustias.

“De hecho, esas raras marcas que vi la otra noche en la base de su cuello…desaparecieron…” (Continuará...)

lunes, 21 de noviembre de 2011

Adios

De manera suave el deslizó la mano sobre su amada, ella estaba durmiendo como el la había visto hacerlo muchos años, interiormente, sabía que esta sería la despedida pero no quería irse, no quería dejar su vida atrás. Con dolor miró sus ondas de pelo violeta sobre las blancas sabanas dibujando hilillos de formas irregulares y la curva sinuosa de su hermoso cuerpo bajo la colcha rojo vino, conocía cada centímetro de ese cuerpo perfecto mejor que a sí mismo, sabía de su olor, su sabor y la tersura de aquella piel lozana y blanca. Ya llevaban separados de hecho varios meses, pero el siempre luchaba por recuperarla, a veces con dolor y torpeza y otras veces con pasión desenfrenada y locura, pero nada había resultado, nada, no cambiaría de opinión, no quería pensar distinto, la que había sido su mujer ya no lo quería y eso era definitivo.
En este lapso de tiempo ella le había repetido sin descanso que la dejara tranquila, que no se le acercara pero sin embargo a veces en medio de la noche, el recibía su llamado "Ven, te extraño" y como un perrito faldero corría a sus brazos (A veces el maldito amor te hace cometer locuras y excesos, es verdad) y juntos disfrutaban de noches de extenso e interminable placer, antiguo pero de gran sabor para luego solo quedarse mirando las motas de polvo bailar por los haces de luz que sigilosa y grácilmente entraban por las cortinas mientras ellos seguían besandose suavemente como dos adolescentes.
Hoy, el hombre con su mano gruesa palpó el pecho suave y caliente de su todavía amada sintiendo el corazón calmo y firme, sudaba muy levemente, eso le encantaba y sabía que le seguiría encantando y que más encima podría estar así toda la vida, quieto, observándola hipnotizado como un vigía nocturno resguardandola mientras ella recorría a pie descalzo los pasillos del sueño. Levantó lentamente el rostro hacía el de ella, redondo, grácil, bello, vió que una lágrima transparente rodó por su mejilla cayendo como un cristal líquido por su piel, lo sintió como un aviso premonitorio, una advertencia de la vida, una señal del inevitable fin, su angustiado corazón supo en aquel instante que esa pequeña gota de tristeza y agua le abría las puertas a la despedida, sintió su alma quebrarse, la abrazó con un abrazo fuerte como si fuera el último (Y Dios que así lo era) como para llevarse consigo la escencia de ese cuerpo tan amado y tan suyo. Minutos después, ya vestido, salió por la puerta de aquella casa con el corazón oprimido por los años de fallas y por lo que pudo haber hecho mejor, por todo lo que la quería y por que perdía al amor de su vida para siempre.
Ahora irse era lo que tenía que hacer, juntos habían sido felices pero ambos estaban heridos y se hacían daño, sus errores se habían convertido en grandes obstáculos que solo les provocaban dolor y mucha pena.
Miro hacía el cielo azul, en alguna parte de su mente imaginó que en un futuro volverían a verse y si los ilusos vientos del destino y los ángeles ciegos lo querían así reencontrarían el amor, en otros besos, otras manos y otros cuerpos, aunque hoy lo mas cierto es que por ahora estos besos y este tenerse íntimo, delicioso y secreto eran tan solo un bello pero doloroso adiós...

jueves, 3 de noviembre de 2011

Los jueves me levanto tarde...

Durante toda la noche los noticieros regaron de pánico con la noticia del apocalíptico cometa que pasaría tan cerca de la tierra que hasta se podría agarrar la cola y hacerse un volantín con el, la verdad estas noticias desde hace casi dos años que no me quitan el sueño, pero…los satélites y sus grabaciones en HD hacían ver que esto "no era una broma señores", no, no, nooo, ahora era en serio, el Reverendo y el Papa tenían razón, apreten el culo señores que el final se nos viene con todo.
Entre tanta visión de la Tierra reventando y cometas hechos en software 3D y la cara de "poker" de los conductores de noticias del 9 me quedé dormido, ahora que intento mirar el reloj veo que son ya casi las 10 de la mañana, "Mierda!" fallé en la pega nuevamente, me echan, me meto a la ducha más que rápido y mientras el agua caliente cae sobre mí voy notando poco a poco que algo raro pasa…mucho silencio, demasiado, que "ch…"…
Salgo del agua como si me hubieran puesto la corriente, de un salto, asustado, con la espina engrifada sin saber por qué, agarré un par de cosas y me vestí, no se escuchaban autos, ni el transantiago, ni una mierda, ¿que cresta?, si estaba en pleno Providencia y mas encima era jueves…la verdad, ya estaba empezando a asustarme y mucho.
Prendí la tele…nada…la radio…nada…internet funcionaba, pero, los sitios de noticias solo tenían info hasta anoche…nada se actualizaba, era como si todo se hubiese detenido en alguna hora en especial…el chat estaba vacío, nadie conectado, lo dejé así por si acaso aparecía alguien para poder comunicarme…
Pasé media hora sin acercarme a la ventana con un miedo tonto, irracional, pero tenía que moverme, que idiota, miedo a ¿qué?…caminé tres pasos y abrí la cortina, allí mi ojos se entrecerraron con la excesiva cantidad de luz de la mañana, el cielo de un azul límpido y diáfano dañaba las pupilas, los arboles vestidos de verde brillante bailaban con los sones del viento primaveral y las calles grises estaban llenas de grandes masas inmóviles de colores, como dinosaurios dormidos, autos, taxis, buses y camiones, todos congelados como simulando una fotografía de alta velocidad, se disponían en desordenadas filas indias hasta perderse de vista en ambos sentidos y en ambas veredas, a ambos lados se veía el mismo panorama, como si todo el mundo se hubiera ido de golpe a quizás no se qué parte, mi cerebro colapso por medio segundo tratando de conectarse y entender las posibilidades incluyendo las mas bizarras, el único ruido era el de los pájaros y uno que otro "animal", que extraño que uno nunca escuche a los animales de ciudad, quizás tanto tráfago y tanto bocinazo te hace dejar de percibir algunas cosas de los perros y los gatos que te rodean diariamente, era casi aterrador, los animales realmente pueden hacer ruidos muy muy extraños, a veces creo que demasiado.

Me decidí a bajar a pesar que seguía sintiendo esa extraña alarma dentro de mi cabeza pero mi curiosidad fue mas, abrí la puerta del pasillo hacia el exterior y no había ninguna clase de ruido de procedencia "humana", el corredor se veía demasiado oscuro y la ultima luz llegando al ascensor se prendía y apagaba con un parpadeo estroboscopio, me encaminé más que rápido y pulse el botón, estaba en un tercer piso pero ni cagando iba a bajar por las escaleras, el ascensor llegó muy rápido y me pilló entremedio de un par de pensamientos muy idiotas, la puerta se abrió y toda era casi normal a excepción de un par de detalles, en el suelo habían un periódico de ayer doblado y echado ordenadamente en una esquina y un maletín de cuero negro a su lado, di dos pasos y marqué el numero 1, al bajar noté que jamás me había fijado en lo lento del artefacto, finalmente llegué a la planta baja y salí al "hall", no había nadie en recepción, nadie en las escaleras, nadie en ninguna parte.

Una mañana demasiado freak para mi gusto, muy normal pero no a la vez, ya iba camino a la calle cuando por fin vi una persona al otro lado del río, iba a cruzar el Mapocho por el puente pero tenía algo extraño, venía corriendo, no en la actitud del deportista, por que tampoco vestía como uno, venía con la camisa a medio poner y sin calcetines, sus ojos desorbitados miraban hacia atrás con un pavor indescriptible, sus manos eran verdaderas garras que manoteaban el aire y se notaba que ya le faltaba el aliento, ¿Algo venía tras el?....de pronto mi pregunta tuvo la mas macabra de las respuestas, desde entre los automóviles algo semejante a un escarabajo gigantesco corría rauda y firmemente por entre las veredas y los árboles, era por lo menos mas alto que un caballo y gordo como un rinoceronte, sus seis patas rompían el suelo y sus quijadas batientes sonaban "clac - clac - clac"...no entendí nada, le grité al hombre ¡Cuidado!, ¡¡¡¡¡¡¡Cuidadoooooooooooo!!!!!!!...el hombre miró hacía atrás y ya fue demasiado tarde, el insecto gigante le atrapó atravesándole un hombro con una de sus patas y con la quijada le cercenó el cuello haciendo volar su cabeza, sus piernas seguían tiritando moviéndose inconscientemente como todavía intentando escapar, tras el escarabajo aparecieron decenas de otros bichos grandes, tornasolados muy parecidos a libélulas pero con extrañas mandíbulas llenas de... ¿colmillos? ... ¿Que mierda estaba pasando?, di un paso en medio de la calle inmóvil y casi me caigo, una pierna me flanqueaba el paso y por poco me hace caer de bruces, habría sido mi fin...
En ese instante empecé a notar manchas carmesí por doquier, sangre seca, pedazos de ropa y extrañas alas secas de insectos que al parecer eran grandes como gatos crecidos, ahora fue mi turno de correr, los insectos detectaron mi movimiento y fueron tras mí, solo me quedaba volver al edificio y fue lo que hice, con todas mis fuerzas me puse a la carrera y comencé a sentir las alas espantosas rozar mi espalda, imaginé que aquel escarabajo gigante ya había cruzado el rio de dos zancadas y que todavía tenía hambre, en el menú seguía yo por lo visto.
Seguí moviendo mis piernas tan rápido que el aire me faltaba en el pecho y me dolía respirar, trepé los los escalones, atravesé la mampara y luego cerré con el único cerrojo visible (y más encima débil) el cristal sonó como si fuese a romperse, blancas grietas comenzaron a surcarlo, un ruido grave y cimbrante llenó mis oídos, las hojas de vidrio se curvaron peligrosamente, se llenaron de ojos, alas, patas ensangrentadas, cientos de quelíceros y cuerpos segmentados, unos oleosos y brillantes, toda una miriada de seres que querían entrar y devorarme. Trastabillando tomé un cenicero de pedestal y tranqué la puerta de acceso como pude, miré para todos lados temblando, yo sabía que en alguna parte podría encontrar algo que me sirviera para defenderme en el caso que tuviera que hacerlo...pero el resultado de mi defensa era cuestionable.
De pronto desde detrás mio surgió un horror indescriptible, escuché como si miles de personas ataviadas con zapatos de suela corrieran por las escaleras arriba, giré mi cuello y en ese instante sentí que el pelo se me erizaba en la nuca, un dantesco ciempiés rojo como la sangre se elevaba entre los escalones, sus jibas apenas cabían por el pasillo, con su diminuta cabeza brillante y negra en el tope, escurría su cuerpo anillado intentando salir a la recepción del edificio, me miró con sus ojos negros como dos aceitunas, sin expresión, aquella "cosa" parecía que nunca iba a salir de allí, era grotescamente largo, el suelo suplicaba bajo el cuerpo de aquel insecto del Hades, adiviné su hambre por mi carne...no tenía escapatoria, no tenía por donde huir hasta que vi que la puerta de la conserjería estaba abierta tras el pasillo lateral, tenía que empezar a correr pero ahora mismo.
El quilópodo ya tenía el 75% de su cuerpo afuera, sus metámeros brillaban a la luz del sol que ya comenzaba a bañar el edificio con fuerza, el piso temblaba como si un temblor lo azotara de manera constante, la goma de mi calzado tenía poca adherencia en este piso resbaloso y temía no alcanzar a ser lo suficientemente hábil como para no caer y ser devorado...

Uno, dos, tres pasos, logré dar con la conserjería trás una despatarrada carrera, el ser del averno seguía trás mío pero en aquel angosto pasillo le sería muy difícil alcanzarme.
(Continuará)


jueves, 15 de septiembre de 2011

Los Ultimos cinco minutos...


El calor reinante era soportable gracias a la alta humedad, entre las aguas tibias los ammonites danzaban al ritmo de las corrientes ecuatoriales, mientras los peces ancestrales nadaban entre las gruesas algas y los corales adornaban el fondo marino con colores vivos y fosforescentes.


Un pequeño Mosasaurio (de solo 9 metros, cuando adulto fácilmente alcanzará los 17), un Clidastes, persigue a una cansina tortuga pequeña entre el fondo marino tapizado de sedimento y plantas, sus dientes, joyas de la evolución eran verdaderas sierras capaces de cortar las carnes con un solo golpe de sus fauces, las escamas diseñadas para darle velocidad bajo el mar brillan con los destellos de sol que penetran las aguas y su grácil cuerpo maniobra delicadamente entre unas esponjas gigantes de colores ambarinos. Con un movimiento de sus aletas semi palmeadas detiene su marcha y se prepara para el ataque final, la acorazada tortuga ni se ha percatado de su presencia y come tranquilamente un camarón que tritura entre su pico verde-amarillo, es el momento y el reptil marino fuerza sus músculos para dejarse caer sobre su víctima, el reverberar del agua advierte al quelónido y logra escabullirse por milímetros, la juventud y falta de experiencia del mosasaurido le impiden dar con su alimento en el último instante, frustrado gira sobre si mismo y de un coletazo se enfila en dirección al mar profundo pasando entre una pareja de Tylosaurus, lejanos primos superdesarrollados.


En la superficie, helechos, coníferas y magnolias llenan de verde el suelo, estas últimas las primeras plantas con flores capaces de dar a luz hermosos pétalos blancos y rosáceos que llenan el ambiente con aromas poliníferos entre los que los gigantescos insectos pululan ansiosos, el limpio cielo de un azul intenso es surcado por gigantescos Pterosaurios de vivos colores rojos y azules opalescentes moviéndose cuál obscenos danzarines prehistóricos entre las escasas nubes cretáceas.


Los últimos doscientos millones de años la temperatura había ido ascendiendo lentamente y los continentes continuaban su peregrinar por el globo, en esta parte en particular del planeta esto había favorecido a la flora y fauna dándole un crisol de formas y tamaños difíciles de encontrar en otro sitio.


Un Ornitocheirus pasa raudo con un gran pez aún luchando entre sus fauces, sus alas de 12 metros le dan un empuje fantástico y su cuerpo liviano le convertían en un verdadero asesino del aire, era el único dinosaurio capaz de volar centenares de kilómetros sin dar un solo aleteo, su hocico tenía la característica cresta huesuda y su cuerpo no pesaba más de 100 kilos, gracias a sus huesos huecos y aerodinámicos. Desde las rocas, cientos de Quetzalcoatlus lo miran pasar, abren sus alas y le graznan amenazadoramente, estos dinosaurios eran los vertebrados voladores mas grandes de todos los tiempos, el a diferencia del Ornitocheirus volaba planeando y se servía de las corrientes térmicas para elevarse a grandes alturas, su alimento predilecto era la carroña, la que le era fácil encontrar por su agudo sentido de la vista, con su cuello largo y sus mandíbulas desprovistas de dientes era capaz de devorar todos los restos de cualquier dinosaurio muerto en los alrededores.


Tras un par de aletéos llega a su nido entre las rocas calcáreas, ramas, huesos y restos de piel y escamas eran el cómodo nido en el que descansan 3 huevos azulinos que son delicadamente protegidos por otro reptil volador tan grande como el mismo, el ave en el nido grazna y el Ornitocheirus en el aire hace una maniobra en círculo preparando el aterrizaje, con una sobrecogedora precisión posa sus garras sobre el borde del nido sin hacer mella en el, sus dentados picos se entrecruzan en un delicado saludo, comparten el alimento y el cuidado de su progenie.


Mientras en el borde costero una manada de Iguanodones camina entre las arenas y el mar fijando su vista en el horizonte, un rayo de luz cruza los cielos cegadoramente dejando una larga estela de humo gris sobre sus cabezas, el objeto brama rompiendo la barrera del sonido y cae en un ángulo de 45 grados golpeando el mar frente a sus ojos de reptil asombrados, luego de un instante una gran ola de choque desata el caos absoluto, los dinosaurios barritan previendo lo inevitable, un calor insoportable arrasa con todo incendiando el aire, los árboles y la arena, el Ornitocheirus cubre a sus huevos con un gesto inútil, los Iguanodones caen inertes envueltos en llamas sobre la playa de roca incandescente, las magnolias son solo zarzas ardientes...probablemente y solo probablemente, así fueron los últimos cinco minutos de los dinosaurios sobre la faz de la Tierra.