miércoles, 31 de agosto de 2011

El Hombre que cayó del Cielo


Llovía profusamente, casi tan fuerte que era imposible ver el camino, una niebla gris cubría todo a poco mas de un par de metros de distancia, el cielo de un tono pizarra se tornaba negro a cada tanto y se cernía como un manto gigantesco y opresivo sobre todo el lugar.

La mujer viajaba en su automóvil vadeando los innumerables charcos y lo resbaloso del camino le hacía temer un resultado incierto, lo peor era que su teléfono móvil sonaba y sonaba sin parar, hace un par de horas había terminado una difícil relación de tres años que a esas alturas ya era un verdadero suplicio.

Las luces del pequeño vehículo bailaban de los árboles al camino y divertidos arabescos se dibujaban entre los focos y el asfalto.

Entre las nubes comenzaban a vislumbrarse los primeros destellos de una incipiente tormenta eléctrica, ella le tenía temor a los truenos y los relámpagos desde que era muy pequeña. A los 7 años le era imposible conciliar el sueño en noches como esta, cuando los relámpagos iluminaban su cuarto de niña y el ruido golpeaba sus ventanas ella imaginaba un gran gigante blanco de cachetes colorados dando pasos inexorables reventando árboles y casas con sus botas de cuero, un gigante vestido de rojo con un gorro de pompón de lana y cantando…”Fíiiii…Faaaa…Fooooo…Fuuuuum!!!!!”, los pasos del gigante rugen tras las murallas de su cuarto y la niña de 7 años es incapaz de emitir sonido, su recuerdo se hizo vivo y hasta creyó ver entre las nubes y el cielo oscuro la forma de un gigante obsceno.

Luego de una leve curva pasó a la siguiente marcha y algo crujió, sintió un mecanismo trabarse y el suspiro atorado del automóvil la alarmó, no podía bajo ninguna circunstancia quedarse atorada en un camino rural y menos con esa tormenta eléctrica en ciernes.

El auto se detuvo de repente, las luces se apagaron y quedó a oscuras en medio de la nada, la última casa que recordaba haber visto había quedado atrás hace más de 25 minutos, lo que significaba una caminata muy muy larga.

Pensó en que nunca le había gustado trabajar fuera de Santiago pero la paga era buenísima y el trabajo era bastante más relajado, lo malo siempre fue el invierno y ahora en pleno Agosto, oscuro, con tormenta eléctrica ya declarada y el auto sin responder, ya no había sueldo que valiera la pena, ni siquiera lo poco que a ella le gustaba el trabajo era ya agradable.

La lluvia seguía cayendo y golpeaba arrítmicamente el techo sobre ella, un poco de mal humor abre su cartera y saca del paquete de cigarrillos, el último pensando en evitar el frío que ya comenzaba a sentir.

Decidió que iba a bajar a ver que pasaba con su auto, cigarro en mano tomo el seguro para abrir la puerta a su costado en el momento en que un trueno ensordecedor rompió el aire, se tapó los oídos aterrada, vió un gigante rosado caminando entre los árboles, salió de la imagen en cuanto vio que un gran relámpago blanco se abría paso entre las nubes en un ángulo recto por sobre ella con un brillo cegador, agachada sintió la onda calórica sobre el automóvil y le dio la impresión que el rayo cayó algunos metros tras ella.

Luego solo silencio, un poco mareada se reincorporó y tomó el volante del pequeño automóvil, cuando miró por el espejo retrovisor vio difusamente un pequeño foco de incendio y un árbol semi-chamuscado en el mismo ángulo de caída del extraño relámpago. Creyó divisar una forma entre las llamas, como una especie de carro derretido con extraños ángulos en su parte superior, aquel todo humeaba y chisporroteaba sin parar, algunas llamas brotaban en su interior y su contorno con reflejos azules y obsidiana.

A pesar del terror que le provocaba la escena, bajó del automóvil pensando que estaba frente a un accidente de avión quizás, algún helicóptero alcanzado por un rayo, pero ¿a quién se le ocurriría volar en esas cosas endebles con este clima?, ni al mas imbécil (a excepción de su ex novio, a él si se le ocurrirían tonteras como engañarla con su mejor amiga, por ejemplo…), la lluvia la empapó casi al instante y el cigarro en su mano izquierda se disolvió dejando un pequeño filtro café entre sus dedos congelados.
Caminó varios pasos siguiendo aquella estela de barro y humo, el metal caliente chirriaba en aquella cosa al enfriarse mientras se mojaba, las llamas comenzaban a apagarse por varios lados, en el centro mismo del objeto una abertura rojiza de metal incandescente en los bordes dejaba ver un interior negro, en el que brillaban algunas luces azules y blancas como pequeños destellos sincopados. Ya estaba a casi dos metros de la mole y el calor que rodeaba aquello era palpable, una leve pendiente de barro daba paso a un crater algo profundo, que era el lugar donde descansaba el objeto metálico y su abertura circular, quiso dar un paso más pero resbaló y sintió su peso caer al vacío, rodó llenándose de barro y se torció el tobillo, le dolía:
-”Mala idea”, pensó…con el tobillo torcido no mejoraba la situación.

Con esfuerzo logró salir del crater de barro sin antes caerse un par de veces, fue ahí en ese momento que lo vió, tirado en el suelo yacía un hombre inconsciente con la cara manchada de tizne, de cabello oscuro y corto, sus rasgos eran elegantes y un semblante muy parecido al lo de los mormones, su cuerpo era de complexión delgada, debería medir un metro ochenta al menos y estaba enfundado en un traje color pizarra muy apegado al cuerpo, como el que usan los buzos, de un material parecido al de las capas interiores que llevan los montañistas bajo las parkas, no tenía visible ni cortes ni costuras y en la noche no era distinguible ninguna clase de cierre o juntura de ningún tipo, su tejido era como de mini escamas plásticas o metálicas ensambladas, esta extraña vestimenta cubría sus pies en un perfecto par de calcetines o zapatos en el mismo diseño y sus manos tenían guantes de idéntico material, solo su cara estaba al descubierto y a expensas de las condiciones climáticas, se acercó para observarlo mejor, estaba vivo por que notaba como respiraba bajo el traje, notó que en su frente tenía una herida de la que salía un hilillo de sangre, cabía pensar que el había llegado en el ingenio que descansaba bajo la tormenta, pero quién era, ¿Un astronauta, un aviador? o mejor dicho ¿Que era? La situación se tornaba cada vez más absurda bajo la lluvia incesante.

Absolutamente confundida pensó en regresar al coche y traer su maleta de primeros auxilios consigo, quiso caminar pero se detuvo y miró a aquella persona tirada en el barro. Allí, bajo la inclemencia del tiempo, en una carretera rural, una profesora de educación básica, un objeto metálico dantesco que no paraba de crujir y chirriar, su automóvil nuevo ahora inservible y frente a sus ojos incrédulos un hombre, el hombre que cayó del cielo…

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