martes, 6 de marzo de 2012

La Máscara

Estacionó la camioneta casi a ras de la verja de entrada al antiguo cementerio, sus negros barrotes arañaban el cielo y se erguían estáticos hacia la noche profunda como largos dedos. Revisó el bulto en su mano izquierda, cuerdas, una pala, linternas, pilas grandes, un paño humedo, una antigua biblia enfundada en un suave estuche de cuero negro y  las "otras" cosas que iban en su mochila.
De pronto escuchó (otra vez) esa vocecilla clamando "Déjame salir, Quiero ver!!"...aquel sonsonete ridículo e infantil le estremeció, siempre urgente, dictatorial, no pedía nada, siempre lo ordenaba...y esta vez sus ordenes lo habían llevado muy lejos, al cementerio de Esperanza, un destino atroz y lleno de recuerdos y tormentos más aquella terrible "finalidad".
Abrió la mochila y dentro de una bolsa verde olivo la vió, ella, con sus ojos negros carentes de expresión y su piel plástica brillante, era su máscara, su otro "yo", mientras la contemplaba absorto la vocecita volvió a hablar:
-"Imbécil!, querías asfixiarme?? No creas que lograrás eliminarme tan fácilmente..."
La máscara seguía mirandolo a través de sus orbitas de cristal acrílico ahumado y la sonrisa congelada de sus filtros para químicos, la misma expresión que muchas noches no lo dejaba dormir. Casi no recordaba cuantas veces había tratado de deshacerse de ella, la última fue demasiado, apenas tomó el hacha para romperla, su propia mano obedeciendo las ordenes de aquella abominación le cortaba el brazo casi cercenando los tendones. Debió aceptar que algo dentro de el mismo ya no le pertenecía, que era parte de esa maldita máscara y que a la vez la máscara era el mismo, como una extensión de su insana realidad. Una extensión que era capaz de todo, incluso de eliminar de una vez por todas a su alcohólica madre, esa noche de verdad que quiso evitarlo pero mientras la máscara luchaba por salir de su diario encierro, el, húmedo y desnudo salía de la ducha con los sentidos embotados casi no se percato que en su cara tenía firmemente apretada la máscara de plástico y los broches de la misma enterrados en la piel de la nuca, solo notaba que le era dificil respirar pero se acostumbraría a ese aire enrarecido que pasaba a sus fosas nasales atraves de los filtros, la visión nublada por la humedad atrapada en el interior le daba un toque surrealista al entorno, visión que tampoco era la suya, era la de la máscara...
Entre el vaho y su respiración pudo ver la cara aterrada de su madre, le miró inciertamente a los ojos, la mujer sentía pánico y la máscara gozaba con ello, se deleitaba, reía con su voz de niño, taladraba sus oídos, se carcajeaba hasta que el cuchillo se hundió brillante en el pecho de su progenitora, en busca de aquel viejo y palpitante corazón, luego silencio y la vocecilla de tonos agudos le felicitaba, como lo había felicitado mil veces después de aquella noche con otras madres, hijas, hermanos, padres, otro gritos y otros cuchillos...imágenes provenientes de los recuerdos de su "otro yo" y de los ecos de esa risita burlona.
(Continuará...)

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