lunes, 21 de noviembre de 2011

Adios

De manera suave el deslizó la mano sobre su amada, ella estaba durmiendo como el la había visto hacerlo muchos años, interiormente, sabía que esta sería la despedida pero no quería irse, no quería dejar su vida atrás. Con dolor miró sus ondas de pelo violeta sobre las blancas sabanas dibujando hilillos de formas irregulares y la curva sinuosa de su hermoso cuerpo bajo la colcha rojo vino, conocía cada centímetro de ese cuerpo perfecto mejor que a sí mismo, sabía de su olor, su sabor y la tersura de aquella piel lozana y blanca. Ya llevaban separados de hecho varios meses, pero el siempre luchaba por recuperarla, a veces con dolor y torpeza y otras veces con pasión desenfrenada y locura, pero nada había resultado, nada, no cambiaría de opinión, no quería pensar distinto, la que había sido su mujer ya no lo quería y eso era definitivo.
En este lapso de tiempo ella le había repetido sin descanso que la dejara tranquila, que no se le acercara pero sin embargo a veces en medio de la noche, el recibía su llamado "Ven, te extraño" y como un perrito faldero corría a sus brazos (A veces el maldito amor te hace cometer locuras y excesos, es verdad) y juntos disfrutaban de noches de extenso e interminable placer, antiguo pero de gran sabor para luego solo quedarse mirando las motas de polvo bailar por los haces de luz que sigilosa y grácilmente entraban por las cortinas mientras ellos seguían besandose suavemente como dos adolescentes.
Hoy, el hombre con su mano gruesa palpó el pecho suave y caliente de su todavía amada sintiendo el corazón calmo y firme, sudaba muy levemente, eso le encantaba y sabía que le seguiría encantando y que más encima podría estar así toda la vida, quieto, observándola hipnotizado como un vigía nocturno resguardandola mientras ella recorría a pie descalzo los pasillos del sueño. Levantó lentamente el rostro hacía el de ella, redondo, grácil, bello, vió que una lágrima transparente rodó por su mejilla cayendo como un cristal líquido por su piel, lo sintió como un aviso premonitorio, una advertencia de la vida, una señal del inevitable fin, su angustiado corazón supo en aquel instante que esa pequeña gota de tristeza y agua le abría las puertas a la despedida, sintió su alma quebrarse, la abrazó con un abrazo fuerte como si fuera el último (Y Dios que así lo era) como para llevarse consigo la escencia de ese cuerpo tan amado y tan suyo. Minutos después, ya vestido, salió por la puerta de aquella casa con el corazón oprimido por los años de fallas y por lo que pudo haber hecho mejor, por todo lo que la quería y por que perdía al amor de su vida para siempre.
Ahora irse era lo que tenía que hacer, juntos habían sido felices pero ambos estaban heridos y se hacían daño, sus errores se habían convertido en grandes obstáculos que solo les provocaban dolor y mucha pena.
Miro hacía el cielo azul, en alguna parte de su mente imaginó que en un futuro volverían a verse y si los ilusos vientos del destino y los ángeles ciegos lo querían así reencontrarían el amor, en otros besos, otras manos y otros cuerpos, aunque hoy lo mas cierto es que por ahora estos besos y este tenerse íntimo, delicioso y secreto eran tan solo un bello pero doloroso adiós...

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